La luz tenue del café cubría el rostro de Ferit, reflejando la confusión en su alma. Sus ojos no se apartaban de la figura de Pelin, que estaba sentada en una esquina del café, junto a otro hombre. Aunque estaba de pie junto a Seyran, su mano apretando la de él, el corazón de Ferit latía desbocado debido a la imagen del pasado. Seyran sintió el cambio en la mirada de Ferit. Aprendió más fuerte su mano, su voz temblorosa: “¿No puedes dejarla ir?” Esa pregunta fue como un puñal directo al corazón de Ferit. Sabía que Seyran lo había entendido todo. Pelin vio a Ferit, sus ojos tan fríos como el hielo. Se levantó y caminó hacia él. “Ferit,” su voz era sorprendentemente tranquila, “no soy la persona a la que puedes regresar cuando las cosas ya no son lo que eran.” Las palabras de Pelin fueron como un balde de agua fría en la cara de Ferit. Sabía que ella tenía razón. La había echado de su vida, y ahora no podía simplemente regresar como si nada hubiera pasado.
Ferit miró profundamente a los ojos de Pelin, tratando de encontrar una chispa de esperanza. Pero todo lo que vio fue distancia y frialdad. Sabía que la había perdido. Seyran miró a Ferit, sus ojos llenos de dolor. No quería compartir a Ferit con nadie, pero tampoco quería retenerlo a su lado cuando su corazón aún estaba dirigido al pasado. “¿Quieres quedarte conmigo?” le preguntó, su voz ahogada. Ferit miró a Seyran, sintiendo la sinceridad en su mirada. Sabía que Seyran era una buena persona, que lo amaba sinceramente. Pero una parte de su corazón seguía atada a Pelin. No podía olvidar fácilmente los hermosos recuerdos que habían compartido.
En el interior de Ferit, se libraba una feroz batalla interna. De un lado, el amor por Seyran; del otro, el pasado con Pelin. No sabía qué hacer para tomar la decisión correcta. Finalmente, Ferit miró a Pelin, luego a Seyran. Sabía que debía hacer una elección. Una elección que afectaría su vida y la de las personas a su alrededor. Ferit respiró profundamente y le dijo a Seyran: “Te mereces ser más feliz que esto.” Se dio la vuelta y se fue. Seyran se quedó allí, mirando la espalda de Ferit, con lágrimas cayendo por sus mejillas. Sabía que lo había perdido. Ferit salió del café, con el ánimo pesado. Caminó sin rumbo por la calle. Sabía que el camino por delante era largo y lleno de dificultades. Pero creía que, algún día, encontraría la verdadera felicidad