La boda del sobrino en la familia Korhan fue una ocasión especial para que todos los miembros se reunieran, creando una imagen hermosa de unión y alegría. Sin embargo, bajo ese ambiente festivo, una tensión latente seguía presente, especialmente entre Halis y Kazım. Llevaban años arrastrando desacuerdos que nunca habían logrado resolver, y aunque la vida seguía su curso, la relación entre los dos hombres nunca había sanado. Halis subió al escenario y dirigió su mirada hacia Kazım, que estaba sentado en silencio en un rincón de la sala, distante y frío. Todos los ojos en la habitación se volvieron hacia Halis, sabiendo que este momento podría cambiarlo todo. Halis respiró profundamente y luego comenzó a hablar, su voz grave y llena de sentimiento.
“Al mirar atrás en todos estos años, me doy cuenta de que he perdido muchas cosas importantes solo por mi ego. Hoy quiero pedirte disculpas. Kazım, tienes derecho a estar enojado conmigo, y no niego mis errores.” La sala quedó en absoluto silencio, todos los presentes parecían percibir la tensión que se elevaba en el aire. Halis no dijo esas palabras para escapar, sino porque realmente quería cambiar, quería empezar de nuevo, incluso si el precio que debía pagar era demasiado alto. Las miradas de los familiares estaban llenas de esperanza y preocupación.
Kazım se quedó sentado, sus emociones se desbordaban lentamente. No respondió de inmediato. Un minuto, dos minutos, hasta que finalmente se levantó y comenzó a caminar lentamente hacia el escenario, cada paso pesado con los recuerdos del pasado. Cuando llegó, miró a Halis, su mirada compleja, pero al final, habló. “No te preocupes, hermano Halis. Hoy somos una familia completa.” Los aplausos resonaron por toda la sala, pero esos sonidos se desvanecieron en sus corazones. Halis y Kazım se abrazaron con fuerza, como si quisieran enterrar todos los desgarramientos previos. Entre ellos, ya no había odio, solo una comprensión profunda. Y en ese momento, ambos sabían que el perdón no solo venía de las palabras, sino del amor sincero y la aceptación mutua, algo que había sanado todo. Ese lazo familiar, aunque probado, ahora era más fuerte que nunca.