Orhan e Ifakat salieron de la oficina de Halis, el aire pesado los envolvía. Sus miradas estaban llenas de tristeza, acompañadas de decepción y cansancio. Orhan, el hombre que normalmente callaba y soportaba, esta vez no pudo contenerse más. Miró a Ifakat, con voz grave y triste: “Ya hemos soportado demasiado. Él no entiende las presiones que estamos soportando.” Ifakat, la mujer siempre leal a su esposo, también no pudo esconder su agotamiento. “Yo tampoco puedo seguir así. Pero antes de hacer algo, debemos encontrar a Ferit. Él es la clave para resolver este caos.”
Decidieron buscar a Ferit, no solo para calmar la ira de Halis, sino también para salvar el honor de la familia. Fueron a la casa del mejor amigo de Ferit, con la esperanza de encontrar pistas sobre su paradero. Pero al llegar, recibieron una noticia impactante: Ferit había planeado irse de Estambul. Se sentía profundamente herido por la bofetada de su abuelo y no quería regresar. Una sensación de impotencia inundó los corazones de Orhan e Ifakat. Habían perdido al hijo que amaban, al que confiaban. Orhan se arrodilló frente a la casa vacía, con la voz quebrada: “Ferit, vuelve. Por la familia, por tu madre. Te necesitamos.” Esas palabras resonaron en el aire silencioso, tocando el corazón de Ferit.
Ferit, caminando solo por una calle desconocida, de repente escuchó la llamada de su padre. Se detuvo, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Extrañaba a su familia, a su madre, incluso los hermosos recuerdos que alguna vez tuvo. Pero el dolor en su corazón aún persistía, como una cicatriz sin sanar. Después de varios días de reflexión, Ferit decidió regresar. Quería enfrentarse a su familia, quería resolver todos los malentendidos. Al regresar, recibió el cálido abrazo de su madre y las disculpas sinceras de su padre. Halis se dio cuenta de que había cometido un error al golpear a su hijo y prometió cambiar.