Esme acarició suavemente el cabello despeinado de Seyran, con una mirada que reflejaba tanto amor como preocupación. Sabía que su hija amaba profundamente a Ferit, y ese amor se había convertido en un fuego que consumía su corazón. Pero en las circunstancias actuales, mantener contacto con Ferit era extremadamente peligroso. Kazım era un hombre brutal y desconfiado. Si descubría que Seyran se comunicaba con el exterior, no dudaría en castigar a toda la familia. Sin embargo, Esme no podía permitir que su hija viviera en la angustia y la soledad. Decidió que debía hacer algo, aunque sabía que eso podría acarrear consecuencias imprevisibles.
“Tranquila, hija, encontraré la manera de que puedas comunicarte con Ferit,” susurró Esme al oído de Seyran. “Pero debes prometerme que será un secreto y que cuidarás cada palabra.” Seyran asintió con los ojos brillantes. Sabía que su madre estaba haciendo todo por ella, y le estaba profundamente agradecida. Después de despedir a sus dos hijas, Esme regresó a su habitación y rápidamente comenzó a empacar lo necesario. Sabía que no podía quedarse allí mucho más tiempo. Kazım pronto se daría cuenta de la ausencia de las chicas y empezaría a buscarlas.
Esme miró a su alrededor, contemplando la casa en la que había vivido tanto tiempo. Los recuerdos inundaron su mente, con momentos de alegría y tristeza. En algún momento, había creído que pasaría el resto de su vida allí, pero la vida le había enseñado que nada es eterno. Con el corazón pesado, Esme tomó una pequeña bolsa y salió por la puerta. Afuera, la noche era oscura y el viento frío soplaba con fuerza. Inspiró profundamente y comenzó a caminar hacia adelante. No sabía qué le deparaba el futuro, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier dificultad.
Mientras tanto, Seyran y Suna trataban de encontrar un refugio seguro. Habían huido muy lejos, pero seguían sintiéndose inquietas. Temían que Kazım las encontrara y las obligara a regresar. Seyran miraba constantemente el teléfono en su mano. Esperaba un mensaje de Ferit, pero no llegaba nada. Empezó a sentir desesperación. “No vamos a rendirnos,” dijo Suna, tomando la mano de su hermana para consolarla. “Mamá encontrará la forma de ayudarnos.” Seyran asintió, aunque su corazón seguía lleno de preocupación. No sabía si sería capaz de superar todas estas dificultades. Sin embargo, sabía que no podía darse por vencida. Tenía que seguir adelante, por su madre, por su hermana y por el amor que llevaba en su corazón.