Ferit miraba por la ventana del aeropuerto, observando cómo los aviones despegaban uno tras otro. Su vuelo a Nueva York saldría en pocos minutos, y aunque su mente estaba puesta en el futuro que le esperaba en la Gran Manzana, su corazón latía con fuerza al recordar a Seyran. Desde su primer encuentro, su relación con Seyran había sido una montaña rusa de emociones. Los enfrentamientos iniciales, la atracción innegable, el beso robado que había despertado algo profundo en él… todos esos momentos se reproducían en su mente como una película. Justo cuando su nombre fue llamado para abordar, la puerta se abrió y Seyran apareció, jadeante y con los ojos llenos de lágrimas. Ferit se quedó paralizado. Su corazón dio un vuelco al verla allí, tan hermosa y vulnerable.
“No te vayas”, susurró Seyran, su voz temblorosa.
Ferit sintió un nudo en la garganta. Quería quedarse, quería abrazarla y decirle todo lo que sentía. Pero el orgullo y la incertidumbre lo paralizaron.
“Si quieres que me quede, dime que me amas”, respondió Ferit, su voz firme pero con una nota de esperanza.
Seyran lo miró fijamente, sus ojos llenos de amor y dolor. Quería decirle que lo amaba con todo su ser, pero el orgullo la detuvo. Pensó en todas las veces que había rechazado sus avances, en todas las veces que lo había herido. ¿Cómo podía esperar que él la perdonara tan fácilmente?
En ese momento de silencio, Ferit sintió que su corazón se rompía en pedazos. Se dio cuenta de que había cometido un error al poner a prueba el amor de Seyran de esa manera. Pero era demasiado tarde. Con un nudo en la garganta, Ferit se levantó y se dirigió hacia la puerta de embarque. Seyran lo siguió con la mirada, sin poder hacer nada más que observar cómo se alejaba cada vez más. Cuando el avión despegó, Seyran se derrumbó en lágrimas. Se preguntó si había perdido para siempre al hombre que amaba. ¿Había sido su orgullo el que había arruinado todo?