Kazım, un hombre astuto y observador, había notado un cambio en el comportamiento de Pelin. Su insistencia en separar a Ferit y Seyran le parecía cada vez más sospechosa. Decidido a descubrir la verdad, comenzó a investigar por su cuenta. Una noche, mientras Pelin creía estar a solas, Kazım la confrontó. La acorraló en el jardín, exigiendo saber cuál era su verdadero motivo para intentar destruir la relación de Seyran y Ferit. Al principio, Pelin negó todo, pero ante la insistencia de Kazım, finalmente se derrumbó y confesó su verdad.
“No quiero perder a Ferit, Kazım,” admitió con voz temblorosa. “No lo amo, pero no puedo soportar la idea de que alguien más sea feliz con él.”
Seyran, quien había estado escuchando desde las sombras, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Pelin confirmaron sus peores sospechas. Su matrimonio con Ferit había sido una batalla constante, no solo contra sus propios miedos e inseguridades, sino también contra las maquinaciones de aquellos que los rodeaban. Al día siguiente, Seyran confrontó a Kazım y a Pelin. Les dijo que conocía sus planes y que no permitiría que nadie más interfiriera en su relación con Ferit. Kazım, avergonzado de las acciones de su hija, prometió ayudar a Seyran a recuperar a Ferit.
Mientras tanto, Ferit se encontraba en Nueva York, luchando con la soledad y la incertidumbre. Extrañaba a Seyran más que nunca. Fue entonces cuando recibió una llamada inesperada. Era Seyran. “Vuelve, tenemos algo por lo que luchar,” le dijo Seyran con voz firme. Ferit no lo pensó dos veces. Canceló todos sus planes y regresó a Estambul. Al reunirse con Seyran, se abrazaron con fuerza. Sabían que su camino no sería fácil, pero juntos podrían superar cualquier obstáculo.