Sabiendo que Ferit estaba decidido a irse, Seyran no intentó detenerlo una vez más. Ella entendía que a veces, las personas tienen que encontrar su propio camino de regreso, y si eso es lo que Ferit necesitaba, ella no lo iba a detener. En su lugar, Seyran se concentró en cuidar a su abuelo Halis, quien se iba debilitando cada vez más, y en apoyar a Gülgün para superar el shock. Ambas mujeres cuidaban de él juntas, ayudándole a sentirse en paz en sus últimos días. Cada día, Seyran pasaba horas junto a la cama de Halis, contándole historias divertidas sobre la familia y recuerdos felices, para hacerlo sentir mejor, aunque sabía que el tiempo se acababa. Nunca lo dejaba sentirse solo, siempre era su apoyo incondicional.
Gülgün comenzó a darse cuenta de la dedicación y el amor que Seyran le brindaba a Halis. Ya no la veía como una extraña, sino que comenzaba a considerarla como una hija propia, la única que quedaba para cuidar de la familia. La relación entre las dos mujeres empezó a estrecharse, aunque al principio no tenían mucho en común. Sin embargo, en esos momentos difíciles, Seyran y Gülgün encontraron comprensión mutua y juntas superaron el dolor.
Mientras tanto, Ferit en Nueva York, aunque intentaba empezar una nueva vida, no podía encontrar paz en su corazón. Cada día enfrentaba la sensación de soledad, como si le faltara una parte importante de sí mismo. A pesar de estar ocupado con el trabajo y reuniones sociales constantes, Ferit no podía borrar las imágenes de su familia, de Seyran, Gülgün y Halis, que permanecían en su mente. Con el paso de los días, se dio cuenta de que lo que había perdido era demasiado importante para él, pero en ese momento no sabía qué hacer para regresar. Un día, Ferit recibió una mala noticia. Su abuelo Halis estaba en estado crítico. Aunque no comprendía completamente la razón, se apresuró a regresar. Pero cuando llegó, sólo pudo ver que Halis ya se había ido para siempre, dejando una carta para Ferit. Al abrir la carta, Ferit leyó unas palabras garabateadas pero llenas de significado: “La vida se trata de la familia, no dejes que tu egoísmo rompa lo más valioso.”
Ferit se quedó inmóvil, con las lágrimas cayendo, sin poder dejar de pensar en los errores cometidos. Al entrar en la habitación, vio a Seyran de pie junto al ataúd de Halis, con las lágrimas corriendo por su rostro, y se dio cuenta de que había perdido lo más valioso de su vida: el amor y la familia. Seyran lo miró sin ira, sin reproches, solo con serenidad, como si todo estuviera destinado a suceder. Ferit se acercó, sintiendo el dolor en su mirada, pero también percibiendo el perdón en ella. Él entendió que, en ese momento, no había nada más valioso que la familia, y estaba listo para corregir todos sus errores.