Seyran estaba sentada junto a la cama de Halis, su corazón pesado. Cada día que pasaba, sentía más la impotencia y el dolor profundo al enfrentarse a una verdad que no podía expresar. Ferit se había ido, dejándola a ella y a la familia en un vacío frío. Las preguntas sin palabras en los ojos llenos de esperanza de Halis se sentían como cuchillos clavándose en su corazón. Él siempre preguntaba por Ferit, esperando que su hijo regresara, pero Seyran no sabía cómo responder. Una mañana, cuando Halis volvió a preguntar con voz débil, “¿Dónde está Ferit?”, Seyran sintió que se le cerraba la garganta. Quería decir la verdad, pero las palabras se atoraban en su boca, no podía decirlo. Era una verdad demasiado dolorosa, demasiado pesada para aceptarla. Sentía que su corazón se desgarraba al ver los ojos bondadosos de Halis, llenos de expectativa y amor hacia su hijo.
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Ferit estaba de pie en el umbral, con los ojos cansados pero decididos. Seyran no podía creer lo que veía. Ferit estaba ahí, como si hubiera superado todas las dificultades, todos los temores y las luchas internas. Halis vio a su hijo, y sus ojos se iluminaron de esperanza, como si hubiera encontrado la luz al final del túnel. Sin decir palabra, simplemente extendió los brazos y abrazó a Ferit con fuerza. Las lágrimas de Halis cayeron sobre su rostro arrugado, como una expresión de agradecimiento, de perdón hacia su hijo. Seyran permaneció quieta, su corazón aliviado pero confundido. Una parte de ella quería correr hacia Ferit y abrazarlo, pero sentía una extraña distancia en sus propios sentimientos. ¿Realmente Ferit había regresado por la familia, o solo por la esperanza de Halis? No estaba segura. Pero después de ese emotivo momento de reencuentro, Ferit se giró hacia ella, con una mirada suave, pero llena de determinación.
“No puedo irme,” susurró Ferit, con la voz quebrada por la emoción. “Me he dado cuenta de que el lugar al que pertenezco es aquí, junto a ti y a la familia.” Seyran miró sus ojos, con sentimientos de alegría y duda a la vez. Sus palabras parecían sinceras, pero ¿sería el amor y el perdón suficientes para sanar las heridas que llevaban dentro? No lo sabía. Pero en su interior, una chispa de esperanza comenzó a nacer. Miró a Halis y luego a Ferit, sintiendo el calor de la familia regresando lentamente. La familia Korhan se volvería a unir con amor y perdón, aunque el camino hacia adelante no sería fácil. Tomó la mano de Ferit, su mirada llena de emociones. Aunque aún quedaban dudas, sabía que cuando la familia se reunía, cualquier dificultad podría superarse. Y estaba dispuesta a esperar, junto a Ferit, para reconstruir lo que se había perdido.