Halis se encontraba en medio de la habitación, su cuerpo temblando de rabia incontrolable. Orhan e Ifakat estaban frente a él, con la mirada apartada, sin atreverse a mirarlo. Ayer, tuvo que morderse la lengua frente a Kazim, un hombre que no merecía su respeto. Y ahora, estaba enfrentando a su propia familia, las personas que lo habían hecho sentirse tan humillado. “Tuve que morderme la lengua delante de un hombre que podría ser mi hijo,” comenzó Halis, su voz llena de ira, “¡Por vuestra maldita culpa, me tragué mis palabras! ¡Hacerme pasar por eso a mi edad, qué vergüenza me dais los dos!”
Orhan bajó la cabeza, sin atreverse a replicar. Ifakat permaneció en silencio, con las manos apretadas, sintiéndose atrapada en la tormenta de ira de Halis. Pero su enojo no había terminado.”¿Quiénes os creéis que sois?” rugió Halis, “¡Me restregó por la cara nuestra decencia familiar, nuestra dignidad! ¡Hasta me habló del tema de la casa que le debemos!” Se giró hacia Orhan, con los ojos fríos. “¿Te preocupas por mis finanzas? ¡Es mi dinero, no el tuyo!” Las palabras atravesaron a Orhan como un cuchillo, pero no se atrevió a responder. “¿Y dónde está Ferit?” continuó Halis, su voz elevándose, llena de preocupación. “¿Qué ha pasado con Ferit?”
Orhan e Ifakat permanecieron en silencio, ninguno de los dos capaz de responder. La ira de Halis era como una tormenta. Levantó la mano, listo para golpear a Orhan, pero Ifakat intervino rápidamente, sujetándole la muñeca. “No lo hagas,” dijo suavemente, su voz quebrada por la desesperación. Halis apartó su mano de Ifakat y gritó, “¡Fuera de mi vista! ¡Y no volváis hasta que encontréis a Ferit!” Ambos salieron de la habitación en silencio, sin atreverse a decir una palabra más. La puerta se cerró de un golpe detrás de ellos, dejando a Halis allí, exhausto y vacío, pero su ira seguía ardiendo dentro de él.