La puerta de la mansión se cerró de golpe, marcando un nuevo capítulo lleno de tormentas en la vida de Seyran. Kazim, en su furia, había ordenado que toda la familia abandonara Estambul y se dirigiera a Antep. Esta decisión no solo fue un shock para Seyran, sino también un golpe duro para las esperanzas y sueños de toda la familia. Seyran trató de mantener su ánimo, pero cuando escuchó a su padre criticarla y culparla por todo lo que había sucedido, sintió que su mundo se desmoronaba. Las duras reprimendas de Halis solo aumentaban su dolor y confusión. No entendía por qué tenía que soportar todo esto, por qué su familia tenía que alejarse de la vida a la que estaban acostumbrados.
Hattuc, su hermano menor, tampoco pudo ocultar su tristeza y decepción. Se sentía perdido y sin lugar en la familia. Extrañaba los hermosos recuerdos que había tenido en Estambul, los amigos y la antigua escuela. Mientras la familia se sumergía en la tristeza, Ferit apareció junto con la familia Korhan. Llegó a la casa de los Sanli con un objetivo claro: calmar la ira de los dos padres y tratar de sanar la relación entre ellos. Ferit sabía que solo cuando ambas familias se reconciliaran, tendría la oportunidad de estar junto a Seyran. Con gran determinación, Ferit sacó a Seyran de la casa, que estaba llena de tristeza. La llevó a un lugar tranquilo y comenzó una conversación sincera. Ferit escuchó los sentimientos de Seyran, la consoló y la alentó. Le mostró que siempre estaría a su lado y que juntos superarían cualquier dificultad.
Mientras tanto, en la casa de los Sanli, Ferit tuvo una conversación directa con Kazim y Halis. Intentó explicarles que culparse mutuamente no resolvería el problema. Les propuso que encontraran una solución pacífica para proteger la felicidad de sus hijos. Después de varias horas de negociaciones tensas, finalmente ambas familias llegaron a un acuerdo. Aceptaron construir un nuevo futuro en Antep juntos. Ferit y Seyran serían libres de elegir su vida, y ambas familias los apoyarían plenamente.