Nueva York, con su frenesí y su inmensidad, se había convertido en el refugio de Ferit. Las calles bulliciosas y los rascacielos imponentes le ofrecían un anonimato que anhelaba, pero no podían borrar los recuerdos de Estambul ni la imagen de Seyran. Cada noche, en la soledad de su apartamento, Ferit sacaba papel y pluma y comenzaba a escribir. Cartas llenas de arrepentimiento, de anhelo y de un amor que creía perdido para siempre.
En Estambul, Seyran se sentía vacía. La casa, que antes había sido un refugio de amor, ahora era un lugar frío y solitario. Kazım, aunque intentaba llenar ese vacío, no podía reemplazar a Ferit. Una noche, mientras ordenaba el escritorio de su padre, Suna encontró un sobre con la dirección de Nueva York. Al abrirlo, encontró las cartas de Ferit. Leyéndolas, Seyran se sintió abrumada por una mezcla de emociones: dolor, ira y, sobre todo, amor.
Las palabras de Ferit la conmovieron profundamente. Se dio cuenta de que aún lo amaba y que había cometido un grave error al dejarlo ir. Sin pensarlo dos veces, Seyran decidió viajar a Nueva York. Necesitaba hablar con él, necesitaba decirle todo lo que sentía. Al llegar a Nueva York, Seyran se dirigió directamente al apartamento de Ferit. Cuando lo encontró, él estaba sentado en el sofá, mirando por la ventana. Al verla, sus ojos se llenaron de sorpresa y alegría. Se abrazaron con fuerza, como si el tiempo se hubiera detenido.
Durante días, hablaron durante horas, recordando los viejos tiempos y confesándose sus miedos y esperanzas. Seyran le explicó por qué había actuado de manera impulsiva y Ferit le confesó que siempre la había amado. Sin embargo, la sombra de la desconfianza aún planeaba sobre ellos. Seyran necesitaba saber si Ferit había seguido adelante con su vida. Él le aseguró que nunca había dejado de amarla y que había estado esperando el momento adecuado para volver a ella.
Finalmente, decidieron dejar atrás el pasado y comenzar de nuevo. Juntos, exploraron las calles de Nueva York, creando nuevos recuerdos y fortaleciendo su amor. Al regresar a Estambul, fueron recibidos con los brazos abiertos por sus familias y amigos. La historia de Seyran y Ferit es una prueba de que el amor puede superar cualquier obstáculo. A pesar de las traiciones y las desconfianzas, su amor prevaleció, demostrando que cuando dos personas están destinadas a estar juntas, el destino siempre encontrará una manera de unirlos.