Jesús estaba revisando documentos en el despacho contiguo cuando escuchó risas y murmullos provenientes de la oficina de Joaquín. Al acercarse a la puerta, lo que vio lo dejó sin palabras: Joaquín y Miriam estaban juntos, enredados en un momento de pasión. Aunque quiso irse, sus pies parecían clavados al suelo. Cuando se retiró, su mente estaba llena de dudas sobre si debía hablar o callar.
Al día siguiente, Miriam, llena de ilusiones, buscó a Joaquín en el despacho. —No puedo dejar de pensar en ti —le confesó con una sonrisa—. Estoy dispuesta a mantener nuestra relación así, aunque sea a escondidas. Joaquín la miró con tristeza. —Miriam, he pensado en ello. Podría intentar vivir dos vidas, una contigo y otra con Gema. Pero eso no sería justo para nadie. Miriam, dolida, insistió: —¿Y si no le hacemos daño a nadie? Solo nosotros dos, sin esperar más. Joaquín suspiró y la tomó de las manos. —No podemos construir algo hermoso sobre secretos y engaños. No mereces ser una sombra en mi vida, y Gema tampoco merece esto.
Jesús, incapaz de callar por más tiempo, finalmente habló con Joaquín esa misma tarde. —Lo que hagas es tu decisión, pero recuerda que las mentiras siempre salen a la luz. Tarde o temprano, alguien saldrá herido. Con el consejo de Jesús resonando en su mente, Joaquín decidió poner fin a la relación con Miriam. Fue un momento doloroso, pero sabía que era lo correcto. Aunque su corazón anhelaba a Miriam, comprendió que no podía vivir en un mundo de engaños. Y así, mientras Miriam se alejaba, Joaquín se prometió a sí mismo ser honesto con Gema y consigo mismo, enfrentando las consecuencias de sus acciones con la esperanza de encontrar la paz.