La luz fría de las bombillas fluorescentes iluminaba la habitación oscura, destacando las paredes húmedas y la silueta solitaria de Fina. Santiago, el hombre que una vez le confesó su amor, ahora aparecía como acusador. Cuando la puerta de hierro se cerró con fuerza, el aire en la sala parecía haberse congelado. Santiago entró, sus ojos recorriendo la habitación antes de detenerse en el rostro pálido de Fina. El diálogo comenzó con preguntas agresivas y acusaciones infundadas. Santiago trataba de buscar una confesión, un arrepentimiento de Fina, pero la joven solo lo miraba en silencio.”Me traicionaste, Fina,” dijo Santiago, su voz llena de furia. “Me engañaste, aprovechaste tus sentimientos hacia mí.”
Fina esbozó una ligera sonrisa irónica. “Tú te engañaste a ti mismo, Santiago. Yo nunca te amé.” Las palabras de Fina fueron como una puñalada al corazón de Santiago. No podía aceptar esa verdad. En sus ojos, su amor era noble, un sacrificio. Pero para Fina, solo era un juego. Santiago relató la vez que vio a Fina con otra mujer de manera íntima. Dijo que eso era la prueba de que ella era una mentirosa, una mujer que no merecía el amor de nadie. Fina escuchó en silencio, sus ojos fijos en los de Santiago. “Tú viste lo que quisiste ver, Santiago. Me juzgaste sin darme la oportunidad de explicarme.”
Santiago no quería escuchar ninguna explicación. Solo quería que Fina admitiera su culpa. Se acercó a ella, su voz bajó a un tono bajo y amenazante. “Te di una oportunidad, Fina. Pero la rechazaste. Ahora, tendrás que pagar por ello.” Fina no mostró miedo. Se levantó y se enfrentó a Santiago. “No tengo nada de qué arrepentirme, Santiago. He vivido fiel a mí misma. Y tú, tú dejaste que los celos y el egoísmo nublaran tu juicio.”
Santiago quedó atónito ante la valentía de Fina. Nunca había conocido a una mujer que se enfrentara a él de esa manera. En ese instante, Santiago se dio cuenta de que se había equivocado. Había juzgado mal a Fina. Había dejado que los celos y su egoísmo nublaran su razonamiento. Santiago dio media vuelta y se marchó. Sabía que había cometido un gran error. Tendría que hacer todo lo posible por corregirlo.