Tasio se sentó en silencio en la esquina de la casa, con la mirada vacía fija en la ventana. Damián, Carmen y Claudia se turnaban para intentar sacarlo de la oscuridad del dolor, pero todo parecía en vano. “Papá, no puedes seguir guardando todo dentro como así,” dijo Claudia, poniendo suavemente su mano sobre su hombro. “A veces, la única manera de ser fuerte es dejarse sentir el dolor y llorar por ellos.” Tasio negó con la cabeza levemente, su voz áspera como si cada palabra estuviera cargada con su sufrimiento. “¿Llorar traerá a Mateo y a mi hijo de vuelta? No, Claudia. No tengo tiempo para llorar. Necesito levantarme, por ellos.”
Carmen salió de la habitación, incapaz de contener las lágrimas. “Es demasiado duro consigo mismo. ¿Cómo podemos ayudarlo?” susurró, como si la pregunta fuera más para ella misma que para alguien más. Damián, que permanecía en silencio cerca de la puerta, rompió el silencio. “Él no necesita consejos,” dijo con voz grave pero firme. “Él necesita que estemos a su lado, incluso si no lo dice. Tenemos que ser pacientes.” En los días siguientes, Claudia y Carmen decidieron traer de nuevo los recuerdos felices de la familia a la casa fría. Colgaron la foto familiar en la pared, cocinaron los platos favoritos de Tasio y compartieron viejas historias sobre Mateo y el hijo que ya no estaba. Damián, por su parte, silenciosamente reparaba la bicicleta vieja de Mateo, un objeto lleno de recuerdos para todos.
Una noche, cuando la casa estaba bañada en la cálida luz de las lámparas, Tasio sorprendió a todos al entrar en la sala de estar. Se quedó allí, mirando la foto familiar. Su mirada se suavizó, y una lágrima cayó silenciosamente por su mejilla. Claudia, Carmen y Damián se detuvieron, sin decir nada, solo observando en silencio. “Gracias,” murmuró Tasio, su voz temblorosa pero sincera. “No estoy seguro de si podré superarlo, pero sé que no estoy solo.” Fue la primera vez, desde la pérdida de Mateo y su hijo, que Tasio dejó que el dolor se expresara, no en sufrimiento, sino en alivio. Comprendió que a veces, la única manera de ser fuerte es permitirse ser vulnerable y apoyarse en aquellos a quienes amas. Y en ese momento, una pequeña luz atravesó su oscuridad, anunciando un nuevo comienzo para toda la familia.