Marta no podía olvidar la mirada de Fina cuando entró en la celda para dar la buena noticia. Le dijo a Fina que, gracias a la ayuda de su hermano, habían encontrado un abogado que la defendería en el próximo juicio. Fina la miró con esperanza, pero también con ansiedad. Mientras estuviera en la prisión, todo seguiría siendo solo promesas vacías.
El abogado elegido fue Javier. Era un hombre de mediana edad, serio, pero muy dedicado a su trabajo. Marta recordaba claramente la primera vez que lo conoció, sintiendo como si se hubieran entendido desde el primer vistazo. Javier siempre mostraba paciencia y dedicación al explicar cada detalle del caso, lo que ayudaba a Marta a s entirse más tranquila. Sus primeras reuniones giraban en torno a las estrategias para defender a Fina, pero pronto Marta se dio cuenta de que comenzaba a sentir una cercanía especial con Javier. Él no solo era el abogado de Fina, sino que gradualmente se estaba convirtiendo en alguien en quien más confiaba.
Mientras tanto, Andrés, el hermano de Marta, no sabía nada sobre este desarrollo. Él se concentraba únicamente en seguir cada paso del caso, esperando que todo se resolviera de manera favorable. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzó a sentir que algo no estaba bien. Algunas noches, veía a Marta y a Javier intercambiando palabras de manera muy cercana, y sus miradas ya no eran solo de intercambio profesional sobre el caso. Él comenzó a darse cuenta de que la relación entre ellos podría haber ido más allá del ámbito laboral.