Andrés estaba sentado solo en la habitación oscura, con la luz de la calle filtrándose a través de la fina cortina, proyectando largas sombras en la pared. Su sombra quedaba marcada en la pared, como un recordatorio del dolor que llevaba dentro. La muerte de Mateo lo perseguía cada día, cada hora. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su amigo cercano con una sonrisa brillante aparecía claramente en su mente. La sensación de culpa se aferraba a su alma como una oruga que la devora. Claudia entró suavemente en la habitación, su mirada era tan dulce como si quisiera aliviar el dolor de Andrés. Se sentó junto a él, poniendo su mano sobre la suya. “No eres el responsable, Andrés,” dijo ella, su voz cálida como una brisa fresca en pleno verano. “Lo que ocurrió estaba fuera de nuestro control. No te sigas haciendo daño.”
Andrés miró los ojos de Claudia, buscando comprensión. Vio en su mirada sinceridad y perdón. Sus palabras eran como una medicina mágica, que lo hacía sentir un poco más aliviado. Pero en lo profundo de su corazón, seguía con otras preocupaciones. La empresa familiar estaba al borde de la quiebra, y él era el que debía tomar la última decisión. Andrés recordaba los días felices junto a Mateo. Juntos habían construido la empresa desde cero. Habían pasado por muchas dificultades y desafíos, pero siempre estaban juntos. Ahora, Mateo se había ido, dejándole una carga demasiado grande.
Andrés sabía que para salvar la empresa, tendría que tomar decisiones difíciles, que posiblemente herirían a muchas personas. Tenía que elegir entre el bienestar de la empresa y sus sentimientos personales. Si decidía vender la empresa, tendría suficiente dinero para saldar las deudas y comenzar una nueva vida. Pero hacer eso significaría renunciar a todo lo que él y Mateo habían construido juntos. Andrés pasó la noche en vela, pensando. No sabía qué hacer. Cada decisión conllevaba diferentes consecuencias. Finalmente, decidió pedir ayuda a sus amigos cercanos y colegas de confianza. Quería escuchar sus opiniones para poder tomar la decisión más sabia.
Al día siguiente, Andrés organizó una reunión con la junta directiva. Expuso la difícil situación de la empresa y propuso varias soluciones. Después de una discusión animada, todos aportaron ideas muy útiles. Andrés se sintió renovado. Se dio cuenta de que no estaba solo, y que aún tenía muchas personas que lo querían y estaban dispuestas a ayudarlo. Sin embargo, la última decisión seguía siendo de Andrés. Tenía que enfrentar las dificultades y tomar la mejor decisión para su futuro y el de la empresa. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero creía que podría superarlo. En el corazón de Andrés, seguían existiendo dolores que no podían sanar, pero había aprendido a aceptar la pérdida y buscar la felicidad en la vida. Sabía que Mateo siempre estaría a su lado, observando y apoyándolo en cada camino que tomara.