Begoña estaba sentada en silencio junto a la ventana, observando la figura de Julia correr rápidamente por el jardín sin mirar atrás. Sus ojos estaban enrojecidos, y su mano temblorosa sostenía el pañuelo que Digna le había dado. Desde que Julia la había descubierto con Andrés, su relación madre e hija se había deteriorado. Julia rechazaba constantemente todas sus llamadas, e incluso los pequeños regalos eran devueltos. “¡Solo quiero que me dejes en paz!” Julia había gritado ante ella por última vez, con voz llena de ira y lágrimas. Digna, al ser testigo de esa escena, no pudo quedarse de brazos cruzados. Puso su mano sobre el hombro de Begoña, sus ojos llenos de ternura pero también de seriedad. “Has cometido un gran error, Begoña, pero sigues siendo su madre. Todos cometemos errores, pero lo importante es cómo los corriges.”
Begoña levantó la mirada, las lágrimas cayendo sin control. Las palabras de Digna fueron como un débil rayo de luz en medio de la tormenta. Sabía que debía esforzarse para sanar su relación con Julia, aunque no sería fácil. En los días siguientes, Begoña pasó mucho tiempo reflexionando sobre su relación con su hija. Se dio cuenta de que había sido demasiado egoísta, pensando solo en su propia felicidad sin preocuparse por los sentimientos de Julia. Decidió cambiar. Begoña comenzó a escribir cartas a Julia, expresando su arrepentimiento y su deseo de reconciliación. Recordaba los momentos felices entre ellas, las cosas que amaba de Julia. Al principio, Julia no respondió. Begoña no se desanimó, y con paciencia esperó. Finalmente, recibió una carta corta de Julia. En ella, Julia escribía: “Mamá, dame tiempo.”
Begoña entendió que sanar las heridas del corazón lleva tiempo. Continuó escribiendo cartas a Julia, compartiendo lo que sucedía en su vida diaria, sus pensamientos y sentimientos. Poco a poco, las cartas de Begoña se convirtieron en un puente entre madre e hija. Julia comenzó a responder sus cartas, con frases breves pero llenas de afecto. Un día, Julia apareció inesperadamente en la casa de Begoña. Estaba frente a la puerta, con una mirada aún cautelosa. Begoña salió corriendo y la abrazó fuertemente. Las dos se sentaron juntas, en silencio, solo disfrutando del momento de reencuentro. El camino para sanar las heridas del corazón no fue fácil, pero el amor maternal ayudó a Begoña y a Julia a superar todo. Ambas comprendieron que el perdón y el amor son lo más importante en la vida.