Begoña salió de la habitación, con el corazón pesado. Había decidido terminar su relación con Andrés, una decisión difícil pero necesaria. Julia, su pequeña hija, necesitaba una madre completamente dedicada, y ella ya no podía seguir sufriendo entre dos opciones. Andrés, el hombre que había amado profundamente, ahora era solo un recuerdo del pasado. Andrés, sumido en el alcohol, intentaba olvidar el dolor. No podía aceptar la partida de Begoña. María, la mujer que siempre lo había observado en silencio, aprovechó esta oportunidad para acercarse a él. Sabía que Andrés estaba vulnerable y aprovecharía esa debilidad.
A la mañana siguiente, cuando Begoña regresó a la casa, presenció una escena que la destrozó. Andrés y María estaban abrazados en la cama. El dolor y la ira la invadieron. Se dio cuenta de que había cometido un error al creer que Andrés cambiaría. “Esperaba que respetaras la despedida. Pero resulta que me equivoqué”, dijo Begoña con voz fría. Andrés, atónito, no podía pronunciar palabra alguna. María, con una expresión indiferente, simplemente la miró en silencio. Begoña decidió salir de esa casa de inmediato. No quería ver a Andrés ni a María ni un minuto más. Llevó a Julia consigo y comenzó una nueva vida. Con el paso del tiempo, las heridas en el corazón de Begoña comenzaron a sanar. Se dedicó a cuidar de su hija y a construir una carrera. Julia creció rodeada del amor de su madre, convirtiéndose en una niña obediente e inteligente.
Andrés, después de perder a Begoña y a Julia, vivió en arrepentimiento y soledad. Su relación con María tampoco duró mucho, ya que ella solo lo veía como una herramienta para conseguir sus propios fines. Un día, Begoña se encontró por casualidad con Andrés en una cafetería. Se miraron, y en los ojos de ambos había sentimientos no expresados. Begoña ya había perdonado a Andrés, pero no podía regresar al pasado. La historia de Begoña y Andrés es una lección sobre el amor, la pérdida y el perdón. Nos enseña que las decisiones que tomamos pueden afectar profundamente nuestras vidas y las de quienes nos rodean. Y a veces, para encontrar la verdadera felicidad, debemos aprender a dejar ir lo que no nos pertenece.