María se paró frente al espejo, sus ojos enrojecidos reflejaban el dolor en su alma. El amor no correspondido por Andrés se había convertido en una cicatriz profunda en su corazón. Cuando Andrés reafirmó una vez más sus sentimientos por Begoña y condenó las acciones impulsivas de María, ella sintió que el mundo entero se desmoronaba. En lugar de aceptar la cruel realidad, María se volvió aún más decidida. No permitiría que Andrés y Begoña fueran felices juntos. En la mente de María, comenzó a formarse un plan oscuro. Haría todo lo posible para romper su relación y hacer que Andrés se arrepintiera de haberla rechazado.
María empezó a ejecutar su plan en silencio. Difundió rumores falsos sobre Begoña y creó deliberadamente malentendidos entre ellos. También se las arregló para causar pequeños problemas en sus vidas, obligándolos a enfrentar dificultades. Begoña empezó a sentirse insegura y preocupada. No entendía por qué María insistía en lastimarla a ella y a Andrés. Habló con Andrés sobre lo que estaba ocurriendo, pero él seguía confiando en el amor de Begoña y pensaba que solo eran bromas malintencionadas de María.
Andrés intentó proteger a Begoña de los daños que María estaba causando. Se enfrentó a María y le exigió que parara. Sin embargo, María no estaba dispuesta a rendirse. Se volvió aún más obsesiva al ver que su plan estaba cerca de tener éxito. En una ocasión, María fue demasiado lejos. Hizo algo que causó un gran dolor a Andrés y Begoña. Finalmente, Andrés se dio cuenta de que María era realmente peligrosa y decidió cortar todo contacto con ella.
María fracasó estrepitosamente. Se dio cuenta de que el amor no se puede forzar y que lastimar a otros solo genera más sufrimiento para uno mismo. Poco a poco, María comenzó a arrepentirse de todo lo que había hecho. Andrés y Begoña finalmente lograron superar las dificultades y volvieron a estar juntos. Comprendieron que su amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier obstáculo. María, tras atravesar su propio dolor, aprendió una valiosa lección: la felicidad no se puede construir sobre el sufrimiento de los demás.