Vera se encontraba frente al espejo, con los ojos llenos de preocupación, mirando alrededor. La imagen de su padre, el Duque, se perfilaba claramente en su mente. Él estaba a punto de llegar a La Promesa, y Vera no podía evitar temer. Los secretos que había guardado durante tanto tiempo corrían el riesgo de ser descubiertos. Candela, su amiga más cercana, notó la inquietud de Vera. “No te preocupes, Vera,” la consoló Candela, “Pensaremos en algo.” Tras un rato de reflexión, Candela propuso una idea audaz: disfrazar a Vera. Cambiarían por completo su apariencia, desde el peinado hasta la forma de vestir, incluso su voz.
Vera, al principio, dudaba, pero después de pensarlo bien, aceptó. El proceso de preparación fue apresurado. Vera tuvo que someterse a una “gran cirugía” de belleza, desde teñirse el cabello de negro a rubio hasta ponerse lentes de contacto verdes. Candela también la ayudó a cambiar su estilo de vestir, pasando de una dama elegante a una chica campesina sencilla. Mientras se disfrazaba, Vera no solo enfrentaba el riesgo de ser descubierta, sino también recuerdos dolorosos del pasado. Recordaba el día que dejó el palacio, el dolor de alejarse de su familia, y el odio hacia su padre. Esos recuerdos eran cicatrices profundas en su alma.
Finalmente, el día en que el Duque llegó a La Promesa llegó. Vera se escondió en un rincón, su corazón latía fuerte. Cuando él entró en la habitación, ella trató de mantener la calma. El Duque miró por toda la habitación, buscando la figura de su hija. Vera contuvo el aliento, rezando para que no la reconociera. “¿Hay alguien aquí?” preguntó el Duque, con voz grave. Vera bajó la cabeza, sin atreverse a responder. Candela rápidamente dijo: “Señor, no hay nadie aquí.” El Duque asintió y luego se dio la vuelta. Vera respiró aliviada. Su plan había funcionado.
Sin embargo, la llegada del Duque no solo tenía el propósito de buscar a Vera. Él también tenía otros planes. Y la existencia de Vera, aunque disfrazada, seguía siendo una amenaza para sus planes. ¿Podrá Vera seguir ocultando su verdadera identidad? ¿Descubrirá el Duque la verdad? ¿Y cómo evolucionará la relación entre padre e hija? Las respuestas a estas preguntas se revelarán en los próximos eventos de la historia. Mientras tanto, Vera comienza a explorar una nueva vida en La Promesa. Se hace amiga de los lugareños, aprende cosas nuevas y poco a poco encuentra alegría en la vida sencilla. Sin embargo, el fantasma del pasado siempre la persigue. No puede olvidar su verdadera identidad ni las responsabilidades que lleva sobre sus hombros.