En una antigua mansión, donde las tradiciones y las reglas eran respetadas, nacía un amor entre Ricardo, un joven de clase baja, y Pía, la hija del dueño de la mansión. Su amor superaba todas las barreras, a pesar de la diferencia de estatus y la oposición de aquellos a su alrededor. Petra, la anciana ama de llaves, era la que más se oponía a esta relación. No podía aceptar que un criado como Ricardo se atreviera a amar a la señorita Pía. Petra estaba decidida a destruir esta relación a toda costa.
Comenzó a esparcir rumores maliciosos sobre Pía, diciendo que solo la estaba utilizando para recuperar su poder y su antigua oficina. Estos rumores se difundieron rápidamente por toda la mansión, lo que generó una atmósfera aún más tensa que antes. Ricardo y Pía tuvieron que enfrentar los rumores y la sospecha de los demás. Fueron aislados y estigmatizados. Sin embargo, su amor seguía siendo fuerte. Se confiaban mutuamente y estaban decididos a superar todas las dificultades. Un día, Petra fue demasiado lejos al intentar hacerle daño a Ricardo. Ricardo resultó gravemente herido y tuvo que ser hospitalizado. Pía estaba destrozada y furiosa. Decidió enfrentarse a Petra y decirle la verdad.
Pía confesó que amaba a Ricardo por lo que él era, no por su estatus o poder. Lo amaba por su sinceridad, calidez y bondad. Pía le dijo a Petra que nunca abandonaría su amor, sin importar las dificultades que tuviera que enfrentar. La confesión de Pía hizo que Petra reconsiderara su actitud. Se dio cuenta de que había cometido un error al tratar de destruir el amor de los dos jóvenes. Petra se disculpó con Ricardo y Pía por sus acciones. Desde entonces, la atmósfera en la mansión se volvió más cálida. Ricardo y Pía fueron aceptados por todos. Continuaron mostrando su amor abiertamente, sin preocuparse por las miradas críticas.