Jana y Manuel, movidos por un profundo deseo de paz y armonía en La Promesa, se embarcaron en una misión delicada: reconciliar a Ricardo y Pía. Tras meses de distanciamiento y rencor, ambos amantes se encontraban al borde de la reconciliación. Con paciencia y diplomacia, Jana y Manuel lograron tender puentes entre ellos, organizando un encuentro en un lugar apartado, lejos de las miradas indiscretas. El reencuentro entre Ricardo y Pía fue emotivo y lleno de nostalgia. Las palabras que habían quedado sin decir durante tanto tiempo salieron a la luz, y el amor que aún persistía entre ellos se hizo evidente. Sin embargo, su felicidad fue efímera. Santos, el hijo de Ricardo, al enterarse de la reconciliación de su padre con Pía, sintió una mezcla de traición y resentimiento.
Santos nunca había aceptado a Pía como parte de la familia. La veía como una intrusa que había separado a su padre de su madre. Con la noticia de la reconciliación, estas heridas del pasado se reabrieron de golpe, desatando una tormenta de emociones negativas. Enfurecido, Santos confrontó a su padre, acusándolo de haber olvidado a su madre y de priorizar sus propios deseos por encima del bienestar de su familia. Ricardo, por su parte, intentó explicar sus razones, pero sus palabras cayeron en oídos sordos. La relación entre padre e hijo, ya fracturada por años de distanciamiento, se deterioró aún más. La tensión en La Promesa era palpable. Los sirvientes y los demás miembros de la familia se veían obligados a tomar partido, lo que generaba aún más divisiones. Jana y Manuel intentaron mediar nuevamente, pero esta vez fue en vano. La herida era demasiado profunda y el resentimiento demasiado grande.
Ricardo y Santos se enfrentaron a una verdad dolorosa: la relación entre ellos estaba irreparablemente dañada. El amor que los unía como padre e hijo había sido corroído por el dolor y la traición. Se dieron cuenta de que, a pesar de sus intentos, no podrían volver a ser la familia que alguna vez fueron. La historia de Ricardo, Pía y Santos es un triste recordatorio de que las heridas del pasado pueden dejar cicatrices profundas y duraderas. A pesar de su amor y su deseo de reconciliación, algunos lazos se rompen de manera irreversible.