En un pequeño pueblo en España, había un hombre llamado José Juan, un hombre amable y bondadoso. Tenía un amigo cercano llamado Paco, un hombre también bueno y confiable. Un día, Paco fue asesinado en un accidente automovilístico. José Juan se sintió conmocionado y dolido por la muerte de su amigo. Comenzó a investigar el accidente y pronto descubrió que no se trataba de un simple accidente. José Juan descubrió que Paco había sido asesinado por un hombre llamado Curro, un hombre rico y poderoso. Curro mató a Paco porque Paco había descubierto algunos secretos oscuros de él. José Juan, furioso, decidió vengar a su amigo.
Comenzó a seguir a Curro y buscar una forma de acercarse a él. Sabía que Curro solía ir a un club nocturno, así que decidió ir allí a esperar por él. Una noche, vio a Curro entrando al club nocturno. Lo siguió dentro y buscó una manera de acercarse. José Juan encontró a Curro en una sala privada. Sacó una pistola y la apuntó a Curro. Curro intentó huir, pero José Juan lo disparó. Curro cayó al suelo, muriendo en el acto. José Juan se sintió aliviado por haber vengado a su amigo. Sin embargo, también se sintió culpable por haber matado a alguien. Sabía que había cruzado una línea y había hecho algo incorrecto.
José Juan huyó del lugar y comenzó una nueva vida. Cambió su nombre y se mudó a otro pueblo. Intentó olvidar el pasado y empezar de nuevo. Sin embargo, no podía olvidar su culpa. Siempre se sentía culpable y arrepentido por haber matado a alguien. Sabía que debía pagar por su pecado. Un día, la policía capturó a José Juan. Lo habían estado siguiendo durante mucho tiempo y sabían que él era el asesino. José Juan fue arrestado y llevado a juicio. En el tribunal, José Juan confesó su culpa. Dijo que mató a Curro para vengar a su amigo. También dijo que lamentaba lo que había hecho. El tribunal condenó a José Juan a cadena perpetua. Pasaría el resto de su vida en prisión.