La confesión de Catalina había sacudido los cimientos de la Casa de Luján. La noticia de su embarazo fuera del matrimonio y la paternidad incierta del niño se propagó como la pólvora entre la nobleza, manchando el impecable apellido de los Luján. La presión social era inmensa y la familia se encontraba en medio de una tormenta perfecta. Pelayo, el esposo engañado, se negaba rotundamente a aceptar a Catalina o al niño que venía en camino. Humillado y traicionado, se refugió en el alcohol y el juego, buscando un escape a su dolor. El Conde de Añil, un antiguo rival de los Luján, aprovechó la situación para exigir explicaciones y presionar a la familia a tomar medidas drásticas.
La familia Luján se dividió en dos bandos. Por un lado, estaban aquellos que, como Jana, defendían a Catalina y abogaban por protegerla. Jana, habiendo recuperado su fuerza y determinación tras los acontecimientos recientes, se convirtió en la voz de Catalina, desafiando una vez más a la Marquesa y a las convenciones sociales. Por otro lado, estaban aquellos que consideraban que Catalina era una mancha en el honor de la familia y que debía ser desheredada para salvar el prestigio de los Luján. La Marquesa, sumida en la desesperación, veía cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor. La revelación de los secretos de Catalina había puesto en peligro todo lo que había construido. Sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse sin luchar. Con la ayuda de sus aliados más cercanos, urdió un plan para deshacerse de Catalina y del niño de una vez por todas. Mientras tanto, Catalina, sola y desamparada, se refugiaba en la pequeña casa que había heredado de su madre. Allí, rodeada de sus recuerdos, esperaba el nacimiento de su hijo. A pesar de todo lo que había pasado, no perdía la esperanza. Sabía que tenía a Jana a su lado y que juntas superarían cualquier obstáculo.
La tensión entre los dos bandos aumentó cada vez más. La Marquesa, desesperada por recuperar el control, intentó manipular a Manuel para que se pusiera de su lado. Sin embargo, Manuel, influenciado por Jana y por el amor que sentía por Catalina, se negó a traicionar a la mujer que amaba. La situación llegó a un punto crítico cuando se descubrió un nuevo secreto que vinculaba a la Marquesa con la desaparición de un antiguo rival. Este descubrimiento fue la gota que colmó el vaso. La nobleza, al darse cuenta de la verdadera naturaleza de la Marquesa, se volvió en su contra. La Marquesa fue destituida de su título y exiliada. Catalina, por su parte, fue aceptada nuevamente en la familia Luján. Manuel y Catalina se casaron y tuvieron una hermosa familia. Y aunque las heridas del pasado tardaron mucho tiempo en sanar, los Luján lograron reconstruir su vida y su honor.