La opulenta mansión de los Luján se sumió en un silencio sepulcral. La cena, que prometía ser una velada agradable, se había convertido en un campo de batalla emocional. Catalina, con la mirada fija en su plato, había soltado la bomba que haría temblar los cimientos de su familia. Con voz temblorosa, había confesado que el hijo que llevaba en su vientre no era fruto de su matrimonio con Pelayo, el Conde de Añil. La revelación cayó como una bomba en la mesa. El Marqués de Luján, patriarca de la familia, palideció al instante. Su preocupación no era tanto por la felicidad de su hija, sino por la reputación de la familia. Los Luján eran una de las familias más poderosas y respetadas de la nobleza, y un escándalo de tal magnitud podría manchar su honor.
Catalina, por su parte, se sentía aliviada al haber sacado la verdad a la luz. Sin embargo, la culpa y el miedo la consumían. Sabía que su confesión pondría a su hijo en una situación vulnerable. ¿Cómo podría protegerlo de las habladurías y las críticas de la sociedad? En los días siguientes, la noticia se propagó como pólvora por toda la ciudad. La alta sociedad se escandalizaba ante la osadía de Catalina. Los rumores se multiplicaban, cada vez más exagerados y crueles. Algunos acusaban a Catalina de adulterio, mientras que otros aseguraban que el padre del niño era un simple plebeyo. El Marqués, desesperado por salvar el honor de su familia, intentó silenciar a Catalina y obligarla a retractarse de sus palabras. Pero Catalina se negó rotundamente. Ella amaba a su hijo por encima de todo y no permitiría que nadie lo lastimara.
Mientras tanto, Pelayo, el Conde de Añil, se mostraba indiferente ante la situación. Aunque la noticia lo había herido en su orgullo, estaba más preocupado por las consecuencias políticas de este escándalo. Temía perder su influencia en la corte y decidió distanciarse de Catalina y de los Luján. Catalina se refugió en su habitación, rodeada de sus pensamientos. Se sentía sola y abandonada, pero también más fuerte que nunca. Sabía que tenía que tomar una decisión difícil: o se sometía a las expectativas de su familia y renunciaba a su felicidad, o luchaba por proteger a su hijo y construir una nueva vida lejos de las intrigas de la alta sociedad. La decisión de Catalina marcaría el destino de toda la familia Luján. ¿Podría una mujer joven, sola y embarazada, desafiar las convenciones sociales y encontrar la felicidad? ¿O sería aplastada por el peso de la tradición y el prejuicio?