Abidin se encontraba frente a la pantalla de la computadora, sujetando con fuerza el cuello de la camisa del periodista. Sus ojos reflejaban una determinación férrea, pero en lo profundo de ellos había un miedo difuso. Esas fotos no solo amenazaban la dignidad de su familia, sino que también estaban vinculadas a una red criminal peligrosa en la que él había caído accidentalmente. “¡Elimina todo esto ahora mismo! ¿No entiendes que estás jugando con fuego?” gruñó Abidin, cada palabra como un cuchillo clavándose en el corazón del periodista. La esposa del periodista cayó de rodillas, llorando y suplicando, pero Abidin permaneció imperturbable. Sabía que si esas imágenes se filtraban, no solo su familia, sino toda la comunidad pagaría un alto precio.
El periodista, temblando, finalmente accedió a abrir la computadora para borrar todos los datos. Sin embargo, antes de hacerlo, murmuró: “Puedes amenazarme, pero no puedes detener la verdad. Algún día, saldrá a la luz.” Las palabras del periodista fueron como una daga en el corazón de Abidin. Sabía que tenía razón. Pero en ese momento, lo único que importaba era proteger lo que más amaba, sin importar el costo. Después de borrar todos los datos, Abidin salió de la casa del periodista. En el camino de regreso, no podía dejar de pensar en lo que había hecho. Se había convertido en parte de ese mundo oscuro del que siempre había tratado de mantenerse alejado. Había recurrido a la violencia para resolver un problema, algo que siempre había condenado.
Al llegar a casa, Abidin abrazó con fuerza a su esposa e hijos. Se sentía seguro estando con ellos. Pero sabía que la sombra de lo ocurrido no desaparecería fácilmente. Tendría que vivir con el miedo constante de que, en algún momento, el pasado volvería para atormentarlo. En los días siguientes, Abidin vivió en una constante tensión. Sentía que había ojos siguiéndolo a todas partes. No podía confiar en nadie. Se volvió desconfiado y solitario.
Un día, mientras caminaba por la calle, un grupo de desconocidos lo rodeó. Lo golpearon brutalmente, dejándolo al borde de la muerte. Cuando recuperó el conocimiento, estaba en un hospital. El médico le dijo que sus heridas eran graves. Durante su estado de inconsciencia, Abidin soñó con imágenes de su pasado. Se veía a sí mismo huyendo, escapando de los pecados que había cometido. Al despertar, se dio cuenta de que debía cambiar. No podía seguir viviendo en la oscuridad. Abidin decidió entregarse a la policía. Contaría todo lo que sabía: lo que había hecho y las personas a las que había implicado. Sabía que enfrentaría las consecuencias legales, pero estaba convencido de que era lo correcto.