Begoña y Andrés decidieron exponer la verdadera cara de Jesús y María. Creían que las pruebas que habían recolectado serían suficientes para incriminar a la pareja. Sin embargo, las cosas no eran tan simples como pensaban. María, la mujer que anteriormente despreciaban, comenzó a revelar su naturaleza cruel y astuta.
En un enfrentamiento tenso, María reveló una verdad espantosa: ella misma había ayudado a Jesús a ocultar el cuerpo de Valentín. A cambio, Jesús le había prometido mantener en secreto su oscuro secreto. ¿Qué secreto era ese? ¿Por qué María estaba dispuesta a colaborar con un asesino? Estas preguntas complicaban aún más el caso y lo volvían más impredecible. La situación se volvió aún más peligrosa cuando Isidro, el amigo cercano y único aliado de Begoña y Andrés, fue secuestrado por Jesús. La pérdida de Isidro fue un duro golpe para su moral. Sin embargo, Begoña y Andrés no se dieron por vencidos. Decidieron elaborar un plan audaz: atraer a Jesús y María a un lugar apartado para obligarlos a confesar.
Con la ayuda de la policía, Begoña y Andrés idearon una trampa ingeniosa. Enviaron un mensaje falso a Jesús, informándole de que habían encontrado una prueba crucial relacionada con el caso. Jesús y María, por su avaricia y miedo, cayeron en la trampa. Llegaron al lugar acordado, sin saber que habían caído en las garras de la ley. Allí, se produjo un enfrentamiento tenso. Begoña y Andrés revelaron públicamente todas las pruebas que habían reunido. Jesús y María ya no tenían forma de negar sus crímenes. Confesaron todos sus delitos, desde el asesinato de Valentín hasta el daño causado a muchas otras personas.