La aparición de Leocadia, la madre perdida que abandonó a Catalina, hizo que Cruz sintiera una amenaza hacia su posición. Cruz temía que Catalina pudiera verse influenciada por esta madre y se alejara de su familia. Por eso, decidió impedir cualquier encuentro entre madre e hija. Sin embargo, Catalina ya no era la chica débil y fácilmente influenciable de antes. Los años de confinamiento la habían forjado con una voluntad de hierro. Catalina ya no aceptaba que le controlaran la vida. Decidió levantarse y luchar por su libertad y por descubrir su pasado.
El enfrentamiento entre Catalina y Cruz se volvió tenso. Catalina expresó abiertamente su ira y decepción hacia su padre. Le exigió a Cruz que le dijera la verdad sobre por qué había ocultado la realidad acerca de su madre. Cruz intentó imponer su autoridad sobre su hija, pero Catalina no flaqueó. Durante la confrontación, Catalina descubrió un secreto estremecedor sobre su familia. Resultó que Leocadia no la había abandonado, sino que había sido forzada a irse debido a una conspiración oscura. Esta verdad dejó a Catalina devastada y furiosa. Se dio cuenta de que su padre le había mentido durante todos esos años.
Catalina decidió enfrentarse a Leocadia para saber más sobre su pasado. El encuentro entre madre e hija fue profundamente emotivo. Leocadia pidió disculpas a Catalina por sus errores del pasado y le prometió que siempre estaría a su lado. La determinación de Catalina hizo que la posición de Cruz en la familia comenzara a tambalear. Los demás miembros de la familia empezaron a dudar de sus decisiones. Se dieron cuenta de que Catalina había madurado y tenía derecho a vivir su propia vida. Finalmente, Cruz tuvo que admitir sus errores. Le pidió perdón a Catalina y a toda la familia. Catalina perdonó a su padre, pero también dejó claro que ella misma decidiría su vida.