Seyran corrió a través de las puertas del aeropuerto, respirando con dificultad. Vio a Ferit de pie en la fila, con el boleto en la mano, su figura alta y fuerte a punto de perderse en la multitud. Ella gritó, su voz rasposa resonó en el vasto espacio: “¡Ferit, no puedes irte así!” Ferit se sobresaltó y lentamente se giró. Sus ojos estaban fríos, la mirada distante como la de alguien que se prepara para un largo viaje. Seyran corrió hacia él, tomó su mano con fuerza, sus ojos ardían con determinación: “¡Ferit, no puedes irte así!” Ferit apartó su mano de la de Seyran, con voz fría: “Estoy cansado de luchar contra todos, incluso contra ti. Necesito tiempo para pensar.”
Seyran ya no pudo contener las lágrimas, que comenzaron a caer sin control. Ella expresó todo lo que sentía, los miedos de enfrentarse a un futuro sin él. Habló de su profundo amor por él, de los recuerdos hermosos que habían construido juntos. Cada palabra de Seyran era como un cuchillo que se clavaba en el corazón de Ferit, despertando emociones que él había intentado enterrar. Las palabras de Seyran tocaron un rincón profundo del corazón de Ferit. Recordó los momentos felices junto a ella, las sonrisas, los abrazos cálidos. Recordó por qué la amaba tanto. En ese momento, se sintió confundido y perdido. Amaba a Seyran, pero sentía miedo al pensar en el futuro.
Ferit miró profundamente en los ojos de Seyran, esos ojos que contenían amor, sufrimiento y esperanza. Supo que ya no podía escapar más. Tenía que enfrentar sus sentimientos y tomar una decisión. Finalmente, Ferit dejó caer el boleto de su mano, se dio la vuelta y abrazó con fuerza a Seyran. Dijo: “Ya has ganado, Seyran. No puedo alejarme de ti.” En los brazos de Ferit, Seyran se sintió segura y feliz. Sabía que juntos superarían cualquier dificultad y construirían un futuro brillante.